
Machu Picchu no es solo una maravilla del mundo, es también un milagro de la naturaleza, y las manos que la erigieron la transformaron en todo un símbolo de la grandeza de uno de los imperios más fascinantes del mundo.
Equilibrio y armonía en una inconfundible copula donde el tiempo parece desvanecerse para que la luz no hiera la paz que se respira en esas tierras boscosas y húmedas de la cercana Amazonía.
Todo esto no hubiera sido posible si no existiera la Cordillera de Salcantay y la marea de aire caliente que se desprende de las tierras bajas en busca del cielo más allá de las cumbres heladas. Imposible de describir en pocas palabras lo que el paisaje de Machu Picchu pone frente a los ojos del visitante.
Refugio natural en Machu Picchu Cusco
La naturaleza es de una generosidad sin límites, su flora cuenta con una variedad infinita de plantas, arbustos, árboles, flores y animales salvajes. Y sus orquídeas todo un jardín que nos transporta a los primeros días de la creación del mundo.
Esto hace de Machu Picchu un lugar donde la imaginación se pierde en miles de conjeturas y el espíritu divaga sin rumbo. La energía a la que muchos se refieren al visitarlo brota de la fuerza incontenible de un espacio en equilibrio constante entre las alturas de la Cordillera del Vilcabamba y la atracción de las tierras bajas, llenas de misterios y secretos.
Tierra de incas sin duda que oculta mil y un secretos por descubrir y que invita a todo aquel que desea conocerla a la aventura, misticismo y mucho más.